«El Covid-19 tiene muchas aristas. Sin embargo, a diferencia de muchas crisis y catástrofes anteriores, este no es sólo un shock de alto impacto que nos aleja de la vida a la que estamos acostumbrados o que nos gusta tener. Es, además, una crisis que afecta significativamente el comportamiento de las personas en múltiples dimensiones: espacio y libertades individuales, familiares, relaciones sociales y profesionales, por nombrar algunas. Nada más que esto provoca regresar a ese espacio cómodo que llamamos “zona de confort”:

Sin embargo, hay más: es también un desequilibrio de muy larga duración. A diferencia de otras catástrofes a las que estamos acostumbrados —terremotos, erupciones— en este caso no sólo no sabemos cuándo va a terminar, sino que la velocidad de cambio también varía y conlleva niveles de incertidumbre a los que no estamos habituados. Esto aumenta aún más las ganas de volver a la normalidad.

Lo más probable es que no haya vuelta a nuestra normalidad conocida. Los efectos combinados de: alto impacto, gran alteración de comportamiento y maneras de relacionarnos, durante períodos prolongados de tiempo, con altos niveles de incertidumbre y cambio, generan un escenario futuro donde se abren muchos caminos posibles.

¿De qué depende tomar uno u otro camino? Según qué tan peligrosos y promisorios visualicemos esos caminos, de nuestra tolerancia a transitarlos y a cómo sintamos nuestra eficacia personal para responder con alto desempeño en estos ambientes.

¿Qué podemos hacer? Entender que somos nosotros quienes creamos nuestra normalidad. Querámoslo o no, a medida que vamos generando consistencia en nuestro comportamiento diario, le vamos dando forma a una nueva manera de ser y hacer. Con el tiempo, seremos nosotros quienes normalizaremos uno de los abundantes futuros disponibles.

¿Cómo enfrentarlo? Dejar de esperar a que todo “vuelva a la normalidad”. En vez de eso, tomar las acciones necesarias para generar una conducta que nos ayude a enfrentar, resistir y avanzar de la manera más saludable posible en lo físico, emocional, cognitivo, profesional y relacional”.

Es en estos momentos cuando podemos (debemos) diseñar nuestro futuro. Independiente de qué tan mal y duro lo estemos pasando. La historia nos ha mostrado una y otra vez que, algunos más y otros menos, todos podemos proyectar nuestra realidad futura y hacerla un poco mejor; trazar propuestas de sinergia, donde el capital social es mayor a la suma de lo individual.

De acuerdo a Herbert Simon, para lograr el futuro deseado no debemos usar la predicción sino que la retroalimentación desde la indagación en desafíos prioritarios y la experimentación de las mejores soluciones para resolverlos.

Nuestro actuar de hoy está diseñando nuestra futura nueva normalidad ¿No sería mejor entonces buscar cómo hacerla lo mejor posible?.

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